Buscar este blog

domingo, 19 de abril de 2015

EL CAMINO DE LA EXPERIENCIA



Cuando comencé el curso en septiembre, sabía que a mediados de marzo, realizaríamos el Camino de Santiago. Mis hermanos ya habían descubierto esta experiencia y me habían hablado muy bien de la excursión, sin embargo, no paraba de pensar en lo que tendría que andar todos los días y se me quitaban las ganas, estaba indecisa, pero finalmente decidí ir. Pensé que podría ser divertido viajar con toda la clase como los años anteriores, pero no imaginé, que un viaje tan "sacrificado" me iba a gustar tanto. 


Durante este tiempo, descubrí que podía conseguir cosas con un poco de esfuerzo. No pensaba que pudiese ser capaz de andar todos los días 20 km. Algunos veces creía que no iba lograr llegar a la siguiente meta, pero cuando por fin veía la "telefurgo", a pesar del cansancio, me encontraba tan feliz de haberlo conseguido que me animaba a plantearme la etapa del día siguiente. 


El Camino también me ha servido para  apreciar paisajes muy diferentes a los habituales. Me encantó ver que los valles eran tan verdes, las montañas tan altas y las aldeas tan pequeñas que atravesamos. 

Cuando en las caminatas nos cruzábamos con otros peregrinos, la experiencia siempre era muy positiva, hablábamos, intercambiábamos vivencias y pude ver como las personas que realizan este viaje suelen tener las ideas muy claras y suelen ser bastante generosas. 

En los albergues teníamos que compartir la habitación con un grupo grande de compañeros, y me dí cuenta de que es muy importante respetar los horarios de descanso de cada uno, y ser meticulosos con el ruido y el orden. Pude establecer relaciones más cercanas con algunos de los compañeros con los que habitualmente no me relaciono tanto en el colegio y apreciar en ellos cualidades que ni me había dado cuenta que tenían. 

Mi motivación personal iba creciendo según íbamos acercándonos a Santiago, cada día era un desafío al cansancio que ya notaba que tenía acumulado pero en mi interior sabía que merecía la pena. 

Como todos mis compañeros, vivimos en unas casas cómodas, donde no nos falta de nada, con unos padres que nos protegen, y muchos días cuando iba caminando sola pensaba lo afortunados que somos y lo poco que lo valoramos. Nunca pensé que se pudiera vivir tan bien sin ordenador, wifi, tele ni ningún otro objeto, sólo con unas buenas botas.

Cuando llegué a Santiago, me emocioné de pensar lo que había conseguido, de lo bien que me lo había pasado, de los compañeros tan buenos que tengo, de mis profesores, de los cocineros, pensé en mi familia y en lo injusta que aveces soy cuando exijo cosas a cambio de nada, el Camino me sirvió para descubrir que las cosas se consiguen poco a poco, no de golpe, y que la verdadera felicidad no está en acumular objetos, sino en valorar cosas tan sencillas como un paisaje o una charla con amigos durante una etapa.

 BEATRIZ MARTÍN 

No hay comentarios:

Publicar un comentario