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domingo, 7 de diciembre de 2014

Si quieres, puedes.


Como todos, o casi todos sabréis, la enfermera española víctima del virus del ébola, Teresa Romero, ya se recuperó hace un par de meses después de casi dos meses de lucha contra la enfermedad.
Este tipo de noticias son las que realmente nos hacen sentir fuertes, ¿verdad? Saber que una persona que ha padecido uno de los virus actualmente más mortífero, ha vencido una lucha tan difícil, nos hace ver que nuestros problemas son minúsculos, que somos mucho más fuertes que ellos. Son los tipos de noticias que muchos usamos como ejemplo de superación.
Todos alguna vez nos hemos sentido débiles. Todos hemos dicho “No puedo más”. Todos tenemos nuestras inseguridades, nuestros defectos. Todos alguna vez hemos sentido miedo. Todos hemos llorado, gritado, huido. Porque somos humanos.
Muchas veces nos sentimos inútiles, inservibles para los de nuestro alrededor. Queremos huir, dejar atrás los problemas, borrar el pasado con sólo pulsar un botón. Entonces comenzamos a llorar. Siempre he creído que llorar no era malo. Es sólo una acción humana, como lo es reír, y es como si el dolor acumulado saliera en forma de lágrima. Por eso es bueno llorar, para sacarlo todo. Para purificarte.
Lo único que quiero decir es que todos pasamos por situaciones difíciles, y sé que muchas veces es difícil seguir adelante, rodear el pozo en vez de tirarte a él pensando que no hay otra solución, pero si he aprendido algo verdaderamente útil a lo largo de mi vida, es que si quieres, puedes.
No se trata de desear algo y esperar a que mágicamente suceda, si no de levantarte del sofá y esforzarte al máximo día a día para conseguir tus metas, ya sea superar una enfermedad, una situación o un propósito para el futuro.
Yo misma soy mi mayor ejemplo de superación.
Hace un año le pregunté a mi madre si podía ir a un concierto, y ella me dijo que no. Puede que parezca una tontería, pero había estado esperando dos años para poder ir a ese concierto, y toda la ilusión y la fe que tenía puesta en que dijera que sí se estrellaron contra el suelo. Lloré, pataleé, pero no me di por vencida. Desde ese momento, estuve nueve meses ahorrando dinero, trabajando duro para ganármelo e intentando hablar con mi madre sobre ello. Sí, al final lo conseguí. Fui al concierto, pero puedo asegurar que si me hubiera quedado sentada de brazos cruzados y llorando esperando a que me lloviesen las entradas del cielo, ¿creéis que lo hubiera conseguido?
Sé que es sólo un estúpido ejemplo, pero para mí ha significado mucho pues me ha ayudado a trabajar en mis metas, a ponerme en pie y construir mi propio futuro.
Me llamó mucho la atención algo que dijo John Lennon una vez:
Cuando era pequeño, mi madre me decía que la felicidad era la clave de la vida. Cuando fui a la escuela, me preguntaron que quería ser yo cuando fuera grande y les respondí que quería ser feliz. Me dijeron que no entendía la pregunta y yo les respondí que eran ellos los que no entendían la vida.”
Oíd todos a este genio, porque lo que dijo es una de las mayores verdaderas del mundo.
No hemos nacido para ser profesores, ni médicos, ni astronautas. Hemos nacido para ser felices. Hemos nacido para descubrir qué es la felicidad a través de la vida, pero también qué es la vida a través de la felicidad.
Así que levántate, sécate las lágrimas y afronta los problemas que la vida te pondrá por delante. Porque como se suele decir, la vida son dos días y uno llueve.

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