El 24 de septiembre de 1988, el mundo se preparaba para ver la gran final de los 100 metros en los Juegos de Séul. El duelo se centraba en dos velocistas en concreto, el estadounidense Carl Lewis y el canadiense Ben Johson. El oro fue para éste último, con una marca de 9'79, nuevo récord mundial. El olimpismo quedó sorprendido al demostrar que el éxito era fruto de una mentira: el dopaje.
Ben Johnson gana 100 metros lisos.
Personalmente opino que el dopaje no es necesario. Empiezo diciendo que no es una forma limpia de ganar, por lo que tampoco debes sentirte orgulloso cuando obtienes un título, ya sea a nivel provincial, nacional o mundial.
Los resultados se consiguen tras cada entrenamiento, poco a poco te vas superando y cuando llegas a la pista es la hora de demostrar a los espectadores, entrenador e incluso a ti mismo lo que has conseguido y si has logrado esa meta que te habías puesto a principio de temporada. Si la consigues te pones una nueva, pero si no miras si has hecho algo mal o si no te has esforzado lo suficiente.
Con el dopaje te estás engañando a ti mismo. A su vez has defraudado a tu país, y concretando un poco más a tu entrenador, que se ha levantado antes que tú para poder llevarte a lo más alto, y lo has echado a perder por ser avaricioso, por pensar sólo en ti.
Lo peor de todo, en mi opinión, es que incluso chicos de quince años imitan a estas grandes estrellas que han caído en picado por un capricho tonto.
Hace una semana estaba hablando con una compañera que practica este deporte (el atletismo) y me contaba que habían cogido a unas chicas que se dopaban. Usaban el ventolin para abrise los pulmones y así llegar a conseguir marca para la clasificación del campeonato andaluz.
De verdad, ¿es necesario? Se supone que "el deporte es una actividad o ejercicio físico, sujeto a determinadas normas, en que se hace prueba, con o sin competición, de habilidad, destreza o fuerza física".
Almudena Cepa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario